La crónica: el híbrido del periodismo y la literatura

Por Camila Díaz Nicolás

A partir de los años 60 el periodismo marcó una nueva tendencia en el modo de contar historias no ficcionales, se apropió de un modo distinto de llegar a sus lectores. Se le dio mayor importancia a la forma de contar los acontecimientos y se comenzaron a utilizar recursos que utilizaba la literatura. Es por esto que resulta oportuno conocer tanto el trabajo que implica realizar una crónica literaria, como los procesos por los que ha transitado a lo largo de su historia como así también conocer lo que es discutido en el ámbito profesional para, de este modo, lograr apreciarla desde una perspectiva más activa. Así también se podrá contrarrestar la idea instalada de la crónica como género meramente informativo que no pasa más allá de las fronteras periodísticas.

En las siguientes páginas se intentará indagar sobre la crónica comprendida como el resultado de la hibridación entre el periodismo y la literatura, a través de la presentación de las posturas que han desarrollado varios autores respecto del tema.

En primer lugar se presentarán diferentes definiciones del término, en segundo lugar se dará a conocer la historia que el género recorrió para constituirse como lo es en la actualidad y en tercer lugar se indagará sobre lo que implica leer y escribir periodismo literario. Todo esto se basará en la postura de varios profesionales que trabajan con la crónica y la estudian. Al final de este trabajo habrá una conclusión.

La crónica: el género narrativo no ficcional

Cuando hablamos de crónica inevitablemente expandimos un horizonte de múltiples definiciones que a lo largo de la historia se han interpretado y replanteado quienes trabajan con esta particular forma de escritura. Entre las distintas posiciones se puede diferenciar a modo de ejemplo aquellos/as autores/as que dicen que la crónica es un género narrativo perteneciente al periodismo y algunos otros que aseguran la precedencia de la crónica desde la Literatura. Del mismo modo hay teorías que niegan la relación de la crónica con la literatura, asunto que se desarrollará más adelante.

Si partimos de la etimología, encontramos que el término crónica tiene su origen en la palabra griega kronos que significa tiempo. De allí su forma propia de relatar hechos según la secuencia temporal de los acontecimientos. O dicho en palabras de la Real Academia Española, la crónica es una “narración histórica en que se sigue el orden consecutivo de los acontecimientos”; en cuanto al ámbito informativo complementa: “artículo periodístico o información radiofónica o televisiva sobre temas de actualidad”. En esta definición se pone un claro acento en el uso estricto de la temporalidad, cuestión de la que varios/as autores/as citados/as a continuación no comparten. En este caso se limita solo a este aspecto, sin siquiera mencionar la valoración de los hechos o la perspectiva que adicionan los cronistas y las cronistas al momento de escribir.

En cambio, Rafael Yanes Mesa (2006) dice al respecto de la crónica: “No es la simple interpretación de un acontecimiento, sino la narración valorada de lo sucedido recientemente contado de forma amena”. Este autor separa la interpretación de la narración valorada ya que la primera hace referencia a lo que la persona percibe de un acontecimiento en el mismo momento en que sucede, y la segunda refiere a las apreciaciones subjetivas que son depositadas y luego transmitidas por medio de la crónica, es decir el valor que el escritor o escritora tiene sobre aquello que narra. A diferencia de la RAE, el doctor Yanes Mesa delega en los y las cronistas la responsabilidad de contar un acontecimiento de modo tal que cause placer a quien lo lea.

También Carlos Monsiváis hace énfasis en la escritura. Dice que la crónica es la “reconstrucción literaria de sucesos o figuras, género donde el empeño formal domina sobre las urgencias informativas” (Monsiváis, 2012, en Díaz, 2016). Para este escritor mexicano es más importante el modo en que se cuenta un hecho, es decir, la selección de recursos narrativos, que la rapidez con que se lo transmite, quizá precipitadamente, si es que no está formulado lo mejor posible.

En cuanto a que “se sigue el orden consecutivo de los acontecimientos” (RAE), Díaz (2016) sostiene:

“Seguir esta definición, encadenada al tiempo, puede resultar en estructuras rígidas o aburridas, que están lejos de la esencia flexible y sorprendente de la crónica actual. Muy a menudo los cronistas rompen el orden cronológico para introducir un efecto que transmita mejor la experiencia contada. También es frecuente que estos cortes se den en el ritmo de la narración, sin adelantar o retroceder en la línea cronológica, pero sí modificando la noción de tiempo dentro de la historia, siendo posible dilatarlo o contraerlo.”

La crónica, entonces, es un relato que permite a escritores y escritoras explayarse ampliamente al momento de escribir historias sobre la realidad. Se puede notar que la definición que propone el máximo organismo normativo de la lengua española, se relaciona poco con la práctica concreta que llevan adelante profesionales de la narrativa no ficcional que han desarrollado por sí mismos/as formas propias de comprender este género.

La hibridación desde sus comienzos

Hasta los años 60, la crónica fue delimitada a los márgenes del periodismo, abocada a la trasmisión de información e impensada como texto literario. Por un lado estaba la ficción en las novelas, cuentos y demás narrativas, y del lado opuesto la noticia, reportajes, crónicas. Betancourt (2000) explica esta distancia:

“El mero hecho de dirigirse a intereses aparentemente distintos, cuando no opuestos, hicieron pensar en lectores diferentes, y por eso también se instaló el criterio según el cual la novela y el reportaje, por solo mencionar dos ejemplos, eran manifestaciones que, en puridad, se oponían entre sí. La contraposición entre la invención y la realidad se tornó insalvable.”

Entonces, surge en Estados Unidos una forma distinta de escribir sobre los hechos de la realidad, hechos que demandan más que un artículo en el diario, que merecen una mayor profundización. En ese momento Truman Capote, con la publicación de su libro A sangre fría, da inicio al llamado Periodismo Literario o Nuevo Periodismo -aunque él prefirió calificar a su obra como novela no ficcional-. Tras él Tom Wolfe, Gay Talese, Norman Mailer, entre otros/as, continuaron dándole vida a este nuevo movimiento que no solo hizo frente al estándar instalado del relato periodístico, “sino que produjo […] un vuelco definitorio, y replanteó el propio concepto de construcción de la realidad noticiosa, tergiversado por manuales y enseñanzas dogmáticas” (Betancour, ibídem).

Martín Caparrós prefiere pensar este movimiento como buen periodismo en lugar de nuevo periodismo, pero esta diferencia no cambia el lugar desde donde se hace foco: “retomar ciertos procedimientos de otras formas de contar para contar sin ficcionar” dice él (2017). En este reciente artículo titulado La palabra no muestra se refiere también a los escritores y las escritoras latinoamericanos/as que dieron comienzo a esta innovadora oleada periodística, paralelamente a la estadounidense, con autores/as como Rodolfo Walsh, Gabriel García Márquez, Tomás Eloy Martínez, Carlos Monsiváis, Elena Poniatowska pero que, sin embargo, no le asignaron nombre. Se usó para esto, cuenta Caparrós, “mucha acción, mucho diálogo, palabras corrientes, frases cortas, ambientes oscuros” todas formas pertenecientes a la novela negra y la novela social de los años 30, agregándole cada uno/a su marca personal (Caparrós, ibídem).

Cambió el panorama tanto para la literatura como para el periodismo. Con la crónica en el medio, se desdibujó la línea divisoria entre una y otro. García de León (1998) escribe:

“La década de los 60-70 fue muy prolífica en la aparición de estos trabajos cuyo valor, analizado desde el punto de vista novelesco, supera al meramente periodístico. La adjetivación, descripciones, diálogos, el punto de vista -o múltiples puntos de vista- configuran unos productos que superan el periodismo y cuya pretensión básica es que la realidad desbanque a la ficción.”

La autora también se pregunta: “¿Hasta dónde hay periodismo? ¿Desde dónde hay literatura?”. Betancourt (ibídem) aporta comparando ambos procesos: “Sus modos de aproximación a la realidad son semejantes -observación, vivencias, documentación-, aunque difieran sus modos de aprehenderla y referirla”. Pero, prosigue, la literatura conlleva más tiempo debido a su natural proceso de elaboración y producción, a diferencia del escrito periodístico que implica un transcurso de tiempo mucho menor, debe ser breve y rápido. El periodismo y la literatura tienen muchos métodos y herramientas en común; según la escritora ya mencionada, estas dos expresiones se diferencian en el estilo en cuanto al grado de subordinación a lo estético.

En resumen, a partir de la década de los 60, la crónica comenzó a ser, por un lado, un género periodístico ya que desarrolla temas de la realidad, parte desde hechos ocurridos y los narra tal como la visión del periodista los capta sumando testimonios fehacientes que han sido sino protagonistas, testigos. Y por otro lado es también un género perteneciente a la literatura porque describe profundamente un acontecimiento por medio de recursos descriptivos, adjetivaciones, diálogos y otros elementos utilizados en novelas y poesías.

Escribir y leer periodismo literario

La crónica es también un espacio de encuentro entre quien la produce y quien la lee. Con ella de por medio, lectores/as y escritores/as generan una relación recíproca en la que se complementan, de modo que no es posible leer un artículo que no se ha escrito ni tiene mucho sentido escribirlo para que jamás sea leído. Por lo tanto hay aquí un compromiso entre ambas partes ya que quien lee una crónica sabe que se encontrará con una historia que sea verdadera, fiel a la realidad. Martín Caparrós establece que existe un pacto de lectura que diferencia la producción ficcional de la no ficcional, y lo explica:

“el acuerdo que el autor le propone al lector: voy a contarte una historia que sucedió, que yo trabajé para conocer y desentrañar -sería el pacto del relato real. Voy a contarte una historia que se me ocurrió, donde el elemento ordenador es mi imaginación -propone la ficción.” (Caparrós 2017)

Aquí influye fuertemente el efecto de verosimilitud que los cronistas y las cronistas deben lograr en sus trabajos. Vargas Llosa dice muy claramente que “la verdad depende del cotejo entre lo escrito y la realidad que lo inspira” (Vargas Llosa, 1990, en García de León), y es aquí donde entra el periodismo con su infalible intención de escribir sobre la realidad, el punto de partida de una crónica de este tipo. Pero la realidad primero es interpretada por las personas y luego transmitida, por lo tanto el autor o la autora:

“tiene un punto de vista muy concreto a través del cual quiere presentar los hechos. La objetividad rigurosa es imposible, se adopta una subjetividad en la que el autor no pretende ofrecer una verdad inexorable sino un punto de vista legitimado por la sinceridad con la que plantea sus intenciones al lector.” (García de León, ibídem)

Por todo esto se puede afirmar que tanto cronistas como lectores y lectoras mantienen una relación retroalimentada por un compromiso inmaterial. La realidad es filtrada por la visión de los escritores y las escritoras y presentada de esta forma ante la audiencia que confía en su palabra.

Conclusión final

A lo largo del documento se ha indagado en la crónica periodístico-literaria analizando las distintas posturas que varios/as profesionales han desarrollado del tema desde la raíz histórica de la hibridez del género hasta la relación cronista-lector/a.

Se comparó primero la definición de la Real Academia Española con lo que Rafael Yanes Mesa, Carlos Monsiváis y José Edgardo Díaz definen como crónica. De este modo se dejó notar que existen diferencias entre lo que piensan aquellos y aquellas que trabajan en la creación de crónicas -es decir que teorizan desde su práctica-, con la definición académica del organismo anteriormente nombrado. Pero también quedó demostrado que hay variedad de puntos de vista entre los y las cronistas, y sobre todo que encasillar este género periodístico-narrativo en una sola definición significa reducir las posibilidades y acorralar ideas. La crónica es un género que desarrolla, inventa e innova sin perder su esencia.

Se recorrió la historia de la crónica a partir de los años 60 con la creación del Nuevo Periodismo y se nombró a algunos/as de los/as autores/as más destacados/as. Se pudo observar que la crónica se ubica justo en medio entre el periodismo y la literatura, y hace que estos se rocen para sacar de cada uno los recursos que necesita. Del periodismo se extrae el tema, lo que se va a contar (historias de la realidad): representa el qué se cuenta. De la literatura se utilizan recursos discursivos, los modos de narrar (adjetivaciones, diálogos, puntos de vista, etc): es el cómo se cuenta una historia. Los y las cronistas crean textos a partir de estos recursos y luego los presentan ante sus lectores. Allí se genera un intercambio de mutua satisfacción ya que los autores y las autoras se comprometen a trabajar con periodismo literario, desde su visión particular sobre hechos no ficcionales, y los lectores y las lectoras por su lado esperan exactamente esto, no otra cosa. Esta relación se basa en una confianza intrínseca donde la persona que lee se deja llevar por la veracidad que el o la cronista logra en su texto, que no es menos que el resultado final de una investigación sobre un tema de la realidad.

Bibliografía utilizada

  • Díaz, J.E. (2016): La crónica. Entre literatura y periodismo; Tesis para acceder a la Licenciatura de Periodismo y nuevos medios; Universidad Nacional de Córdoba.
  • García de León, E. (1998): “Literatura periodística o periodismo literario”; en: Actas XIII Congreso AIH (Tomo IV); Centro Virtual Cervantes.
  • Martín Caparrós: “La palabra no muestra”; en: Revista Anfibia; 7 de agosto de 2017.
  • Rodríguez Betancourt, M. (2000): “La crónica periodística: un género tan polémico como imprescindible”; en: Revista Universidad de La Habana.
  • Yanes Mesa, R. (2006): “La crónica, un género del periodismo literario equidistante entre la información y la interpretación”; en: Espéculo. Revista de estudios literarios; Universidad Complutense de Madrid.
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