Referente Palpable

Por Carlos Simonelli

Escribir es siempre un placer. Normalmente un escritor apunta a tratar temas con la intención de expresar su más amplia mirada. Pero cuando se intenta abordar un texto sobre “las distinciones o premios otorgados a referentes de la cultura” con poca experiencia se transforma en un desafío. Analizar un tema sin conocimientos sólidos se torna incómodo, y hasta peligroso. Por eso al tener esta difícil tarea inicial me sentí bloqueado. El haber transitado mi vida lejos de los ámbitos de la cultura más pura me dejan sin recursos para analizar a los referentes más clásicos de nuestra sociedad y sus logros masivos, logros que decantan en premios individuales. Normalmente, lo primero que podemos pensar es en ocuparnos de comentar los hechos de los artistas más famosos y relacionarlos con la cultura. Borges, Sábato, Piazzola, Gardel, Tita Merello, Benito Quinquela Martín, Molina Campos son los primeros artistas que recuerdo. Algunos nombres más reconocidos que otros, pero la media -me incluyo- de la sociedad no podría completar los cinco dedos de su mano intentando describir las obras de estos artistas juntos.

Esto me obliga a cambiar la estrategia. Paso uno: Google. Encuentro nombres, historias, obras culturales de todo tipo, pero ninguna logra hacerme sentir conectado con lo que busco. Paso dos: Diccionario. Intento apoyarme en el “mata burros” buscando darle un sentido más representativo a la consigna inicial, evitando caer en el hablar sin saber. Dos palabras claves pasan a ser los nuevos ejes de esta búsqueda. Por un lado distinción, y por el otro referente: palabras que me ayudan a encontrar un sentido palpable a toda la cuestión. Distinción es la acción de distinguirse, el ser capaz de marcar una diferencia para sobresalir por sobre los demás. Referente implica ser un símbolo dentro de un determinado ambiente. Aquí me detengo y pienso: ¿por qué hablar de referentes culturales masivos, cuando la conexión con lo cultural está más cerca de lo que a veces creemos?

Vienen a mi mente debates, conversaciones casuales y clases con un artista local poco reconocido por la media de los ciudadanos, con un profesor de mirada cálida y profunda, con el dueño de una voz raspada y consejera con la que logró formar alumnos, profesionales de los medios y por sobre todo personas. Un referente, un distinto que logró sobresalir en su lugar: La universidad.

Juan Raúl Rithner fue, sin darme cuenta, ese referente de la cultura dentro de mi experiencia. Distintas camadas de alumnos fuimos parte de su carrera como formador tanto dentro como fuera de la universidad. Adentro formó personas capaces de volar por donde quieran sin perderse, seres capaces de jugar con su imaginación para llegar a los destinos increíbles. Afuera fue ese espejo que siempre devolvió paciencia, trabajo, humildad y por sobre todo consejos. Cualquier lugar del mundo lo transformaba en “su” lugar para hablar de cultura. “Una de Amor”, “La Patagonia tiene Luces”, “El Maruchito” se transformaron en sus obras inmortales.

Como él siempre dijo: “escribir es bueno, por eso siempre hay que escribir. Cartas, mensajes, lo que sea, porque eso crea el oficio literario. No importa el formato o el soporte que utilicen, porque los trabajos, los autores pasan pero siempre se recuerdan los escritores”.

Por eso, desde mi tibia experiencia cultural creo que la mejor manera de premiar a este referente es usando esa misma herramienta generadora de distinción: escribir.

Compartir

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.