Ilustración: Luciana Avilés

Cara de Tango

Por Luciana Avilés

Periodista, político, cara de Tango. Sus padres debieron haber adivinado que ese sería el destino del sietemesino.

-Estaba apurado mi bebé- dijo la madre mientras acunaba al recién nacido- ¿No podías esperar dos meses más?

Con la misma urgencia encaró sus primeros años. Mirando todo, toqueteando todo, preguntado todo.

-Está en esa edad que a todo te pregunta “y ¿por qué?” que le agarra a todos los botijas, ¿viste?- le comentaba el padre al abuelo.

Aún no adivinaba que esa etapa no acabaría nunca y que con los años se iría profundizando de la mano de una sensibilidad social que le crispaba los pelos de la nuca cuando la injusticia decía “presente”.

Periodista, político, cara de Tango. Sus padres debieron haberlo adivinado cuando a los 12 años escuchó del Che y de Fidel y los ojos le brillaron. Ensimismado leyendo un volante que Vayaunoasaberquién le había dado.

-Todavía no te crece el pelo en la barba y ya te andás metiendo en pelotudeces- le decía el viejo.

Y germen de periodista, no se sabe si político pero sí politizado, cara de Tango se acercaba a las asambleas, la barba que ya asomaba y las pibas que revoloteaban.

Y con la primavera del 65, la que sería su primera mulata. La primera de esas mujeres erguidas, fogosas, pícaras y tiernas. La primera de esas mujeres a las que elegiría una y otra vez.

-Cuanto más hago el amor, más quiero hacer la revolución. Y cuanto más hago la revolución, más quiero hacer el amor- se decía para adentro y, satisfecho, ya no tenía cara de tango.

Fueron años de corridas, de mulatas, de asambleas y la Revolución que ya asomaba.

Y ya periodista, ya político, ya peronista, cara de Tango vio la noche caerle encima al Sueño.

-De Ana no se sabe nada-.

-¿Y Pablito?

-No, a Pablito lo vi ayer. Pero ya son tres los que faltan esta semana. ¿Vos lo podés ubicar a Mario?

-Sí- dijo y no sabía.

No sabía que al llegar a su casa de Belgrano los padres lo esperaban, pasaporte en mano.

-Vos sos grande hijito, yo no te voy a obligar pero razoná. Los muertos no hacen la revolución-.

-Para mí seguís siendo mi botija y yo sí te voy a obligar- le decía el papá. Y con los ojos inundados de pura bronca le apretaba la cara y se la sacudía como si le pudiera hacer entrar la idea.

-¿Y ustedes?- preguntó.

-Nosotros salimos mañana a la noche- mintieron.

Periodista, pero exiliado. Político, pero exiliado. Peronista, pero exiliado. Cara de Tango…

-Presente-.

El vuelo aterrizó en México D.F.

Ilustración: Luciana Avilés
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