Diario de un uniformado

Por Carlos Jiménez

Tomaba un café con una dona apoyado en la patrulla y veía en dirección al hospital, allí se había metido mi pareja minutos antes. Paralelamente al costado un auto se encontraba estacionado con las ventanas entreabiertas.

-En otras noticias, las multas por mal estacionamiento se han convertido en un constante…- Decía una voz con tono serio. Allí me quedé un buen rato escuchando como debatían los comentaristas de un programa de radio sobre cuestiones políticas y sociales.

Mi celular sonó y respondí inmediatamente.

-¿Qué pasa?- dije mientras observaba el reloj

-Nada, sólo no llegues tarde como la otra vez- Se oyó una voz femenina del otro lado.

-Lo sé, hace rato que no la veo, no le voy a fallar…-

-Eso espero-

Justo cuando iba a responder la persona del otro lado cortó la llamada. Mi ex mujer nunca ha sido muy social, incluso cuando estábamos juntos le disgustaba juntarse con la gente.

Una vez, en el cuarto aniversario de nuestra hija hizo una escena ante todos los invitados no sin antes mostrar su enojo a cada uno de nuestros conocidos. No la culpo, me equivoqué en muchas cosas, no fui el mejor del mundo, sin embargo la pasamos bien.

Recuerdo el día que la conocí, era una tarde soleada de verano, yo caminaba lentamente por la plaza en un patrullaje matutino, y la vi ahí, vendiendo aritos con una manta roja. Me acerqué para ver su autorización y me deslumbró con sus ojos. Tal vez fue su forma de ser liberal, sus pensamientos marxistas y todo lo contrario a mí, me deslumbró y nos empezamos a conocer. Todo fue hermoso, incluso aunque le haya metido una multa aceptó salir conmigo.

Finalmente el amor se extinguió, no pude cambiar y mi tiempo fue cada vez más acotado, hasta que finalmente el día del sexto cumpleaños de nuestra hija decidió terminar.

Comencé mi vida en otra casa, no pude acercarme a mi hija mientras las negociaciones del divorcio se llevaban a cabo y las exigencias del trabajo eran mayores. Perdí mucho tiempo que quisiera recuperar, así que la noche de hoy es especial, podré estar con mi hija una semana nuevamente, le demostraré que puedo cuidarla.

En fín… se hacía tarde y debía comenzar a patrullar. Entré a la patrulla en busca de la radio y pude ver por el espejo cómo un auto se estacionaba en un lugar reservado para ambulancias.

-Sin duda no aprenden…- dije en voz baja.

Comencé a buscar la libreta de multas entre el desorden que teníamos con mi pareja, sin duda debía echarle un reto más tarde.

Encontré la libreta debajo del asiento y una lapicera semi gastada de la guantera. Bajé del vehículo y me acerqué lentamente al otro auto. Comencé a observar detenidamente y en efecto el auto se encontraba en infracción. Mi ceño se frunció instantáneamente, estoy harto de las personas de este tipo, no piensan en nadie más que ellos. Mi reacción era notoria porque una niña que caminaba junto a su abuelo se quedó observándome un buen rato mientras se alejaba. Estos niños de hoy en día no saben respetar, pensé.

Terminé de escribir y puse la infracción en el parabrisas del vehículo justo cuando un sujeto salió corriendo del lugar desesperado con una niña en sus brazos. Me vio y se acercó corriendo.

No entendía del todo, estaba nervioso el hombre y por lo que pude distinguir me explicó que dejó el auto allí porque tenía una urgencia y en el camino perdió a su hija. Mi compañero se acercaba corriendo atrás, sin duda advertido por los gritos de ambos padres que no encontraban consuelo.

-¡Código 3! niña extraviada, ¡Código 3!- gritaba mi compañero a la radio. Todo pasaba muy rápido. Yo, por mi parte intentaba contener a los padres que se encontraban en estado de shock.

-La central ha sido avisada, la búsqueda está autorizada- le decía al padre.

Justo cuando me disponía a invitarlos a la comisaría, el señor apuntó a un hombre que me resultaba familiar. Era el abuelo que había visto anteriormente con su nieta.

-Allá está- grito su madre.

Mi compañero avisó a las patrullas por radio y yo corrí junto al padre al tiempo que otros dos compañeros se acercaban de atrás.

El sujeto, con la niña raptada sosteniendo sus manos no hizo mueca, sin duda sabía lo que le venía.

Compartir

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.