El regreso

Por Yazmín Moreno, Aitiana Tebes, Rafael Garrido

Un agudo sonido me hizo saltar del sillón, desde la puerta vi a Banana tirado frente a la rueda delantera de una camioneta blanca. Parecía estar jugando como siempre a quedarse quieto y hacerse el muerto, pero no. No emitía más que un leve gemido. Banana estaba muy lastimado.

El veterinario lo tomó cuidadosamente y lo puso como una pluma sobre la camilla. Luego de un par de radiografías me dio la peor noticia. En medio de la angustia le dije que lo hiciera. Era lo mejor para él. Esa noche no pude dormir.

Cavé un pozo en su lugar favorito, cerca de los girasoles que cabizbajos parecían contemplarlo. Cada día después de su partida lo busqué en su juego habitual. No, ya no estaba.

La casa sumergida en un silencio oscuro me abrazaba, pero ese día, en mí habitación, detrás de la puerta, sí estaba, parado en sus cuatro patas, esperándome para jugar.

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