La maternidad impuesta

Por Guadalupe García

La llegada del Proyecto de Legalización del Aborto al Congreso en Argentina ha generado infinitos comentarios negativos en torno a la maternidad. Estos comentarios por supuesto solo resaltan las ganas de controlar la vida de las otras personas que tienen algunos. Entre las acotaciones más importantes, y que dejan en evidencia el estancamiento de la empatía social, se encuentra la tan célebre: “una mujer está realmente completa cuando es madre, lo tiene en sus venas, es el instinto materno”. Frase que ignora completamente los proyectos que puede tener una mujer como cualquier persona en su vida. Estudiar, trabajar, viajar, no establecer pareja fija o simplemente no llevarse bien con los bebes/niños -sin establecer un orden entre estos puntos-. Estos son entre otros, algunos motivos por los cuales una mujer puede no desear la maternidad. Ser madre, así como ser padre, son decisiones personales con la diferencia que la primera no debería ser cuestionada al negarse y debería tomarse con la misma naturalidad que la segunda. Es decir, a un hombre no se le condena socialmente por decidir y expresar que no quiere ser padre, se les considera libres toda su vida. En cambio, a la mujer se la culpa por no querer continuar con la reproducción del ser humano, se la piensa como un ser egoísta y poco serio. Es sabido que en muchos casos la maternidad obligatoria –que puede ser por diferentes causas y situaciones- produce vulnerabilidad en las mujeres en relación a los logros personales.

Desde hace siglos se sigue creyendo que las mujeres nacen con una conexión ya hecha con el rol de madre. No obstante, como ya mencioné, no pasaba ni pasa lo mismo con el hombre a quien se le creyó siempre un soporte intelectual, económico y de autoridad en las familias. De chiquito se le enseñó a ser ese que llega tarde y cansado, que no lava un plato, que se encarga de disciplinar estrictamente a sus hijos porque es su deber, que no puede llorar, que debe trabajar para mantener a su mujer e hijos. Ellos son víctimas inconscientes y están cegados hace siglos. Por otro lado, la mujer -precisamente madre- tiene como deber, explicitar que su hijo es lo más importante y que en muchos casos su vida se reduce a él. También, la que es madre por obligación social generalmente siente la presión de expresar que el parto y el embarazo han sido las experiencias más extraordinarias que ha vivenciado. Esto último deja completamente de lado el dolor y sufrimiento tanto psicológico como físico que pudo padecer. Porque ante los ojos de la sociedad es impensable que una mujer se arrepienta de su embarazo, es inhumano. Al día de hoy en pleno siglo XXI estas creencias siguen vigentes.

Existe una notoria tendencia a responsabilizar a las madres de la salud, enfermedad, felicidad, infelicidad de sus hijos. Esto es nuevamente por la creencia de la maternidad realizadora que somete a las mujeres desde que son niñas. Desde la infancia en la que les regalan únicamente muñecas, bebes de plástico, cocinitas, carritos de compras, etc., las condicionan a un entrenamiento para ser las más atentas y detallistas madres. Sin margen de error. Sumisas de su hombre protector y dueño a quien por cierto al tener errores -como cualquier persona- se diferencia del resto porque se los perdona y justifica, ante todo. Esto demuestra cuán implantadas están estas ideas que determinan la libertad en la vida de muchas.

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