Mi vida de MC: Una salida a través del RAP

Por Santiago Guerrero Cavalli

Después de inflar las ruedas de la bicicleta, de varias advertencias por parte del dueño del rodado 26 y de mi papá, emprendí el viaje que me llevaría a 23 cuadras de mi aburguesada vida estudiantil. En el Barrio Tiro Federal, barrio de trabajadores en el noroeste de Roca, a dos cuadras de la avenida de la droga (sector donde se venden drogas al menudeo en cantidades importantes), nació Rodrigo Quintreman, a quien todo el barrio y la escena del Rap roquense, inclusive algunos de afuera como yo, conocen como “Criminal” o “Porta”.

Luego de pasar por el Centro Comunitario barrial, ya con algunas gotas de sudor en mi frente, divisé a “Porta” que me esperaba en la esquina de Don Bosco y Evita para llevarme a su casa. Al final de un pasillo largo y tras una puerta, separada del resto de la casa y del mundo, se encontraba el cuarto de Rodrigo. Me preguntó si me había costado llegar y, sin esperar mi respuesta, encendió un mechero que sacó de debajo de la cama y puso a calentar agua para los mates que iban a acompañar la extensa charla.

Con un poco de timidez, apabullado por las cuatro paredes pintadas con aerosol, le pregunté cuánto hacía que vivía en el barrio y contestó con seguridad como no respondería luego ninguna otra pregunta: “Nacido y criado acá… mis hermanos y mi viejo también nacieron y se criaron acá”. En ese momento, en el “lugar en el mundo” de “Criminal”, se me vino a la mente una frase: “No hubiese conocido el Rap sin pisar los bloques de Ciudadela” de “Linyeras Cru”. Pregunté cómo se vinculaba el Rap con el lugar que lo vio crecer y él, con el temple que le dan 24 años viviendo allí, contestó: “investigando los orígenes de la cultura hip-hop, cuando recién estaba empezando a rapear, me di cuenta de que el Bronx (Barrio estadounidense cuna del Rap) era lo mismo que las 250 (un barrio de viviendas roquense)” y recordó sin nostalgia una adolescencia cargada de sinsabores barriales y malas juntas.

Los mates continuaban y afianzaban la charla, “Porta” golpeaba su mano derecha, en forma de puño, contra su mano izquierda, haciéndome entender el grado de seguridad con el que afirmaba que la Cumbia Villera y el Rap se habían creado para darle una alegría al barrio, salvando las distancias, “allá se dicen “nigga” o “bro” acá se dicen “guachin” “guacho”- dijo-a modo de aclaración. Él, “Porta”, tuvo oportunidad de escuchar ambos géneros musicales, pero cuando supo que en el Rap podía forjar su propio “estilo” no dudó ni un segundo en dedicarse de lleno a esta forma cultural.

Ya con un poco más de soltura y unos mates dulces, le pregunté al “rapero de Barrio Tiro” si veía al Rap como una actividad más entre las tantas que se dan en los Centros Comunitarios de todo el país y, mirándome con unos ojos brillosos, por la tenue luz y la emoción, me dijo: “caíste en el punto justo perro…”. Como si lo hubiese sabido desde un principio, cosa que no fue así, desde hace unos meses atrás, “Criminal” ha comenzado a dictar un taller de Rap en el Barrio Fiske Menuco. “El Barrio te consume…”, dijo, con conocimiento de causa “si nosotros no podemos seguir con el proyecto y dejamos a los chicos a merced del barrio les puede pasar lo que a mí…”, deslizó luego de un par de reflexiones sobre sus pasos y sus diferentes etapas en el Barrio Tiro Federal.

Mientras cebaba uno de los últimos mates, antes de que se enfriara el agua, recordó una vez más sus comienzos en el Rap y agradeció el acceso a internet que le permite investigar más sobre su estilo de preferencia. Sin embargo, reforzó la necesidad de estos talleres, como el que él dicta, para poder socializar esa información con quienes no pueden conseguirla debido a su situación social.

Los mates se terminaron, el día se estaba consumiendo y nuestra charla también estaba por finalizar. En mi cuaderno quedaban dos preguntas, aquellas que pensé que eran más importantes, aquellas que, de una vez por todas, iban a dejar en alto al Rap como alternativa a una vida de sinsabores y de duras realidades sociales. Mirándolo fijamente le pregunté cómo vivía él el Rap, si tenía un sustento para sus proyectos musicales y su “vida de MC”. “Yo soy Rap… yo vivo Rap…”, dijo, comenzando un emotivo resumen de mejorías en su vida. “No quiero plata que venga del Rap… yo, viviendo como soy, vivo feliz”, dijo, reforzando cada palabra con su habitual golpe de manos. “No necesito nada si tengo al Rap que es mi arma para descargarme”.

Hubo un silencio, como de satisfacción. Frases como “pasé de cagarme a piñas en la salida de los boliches a poner la mejilla con los brazos detrás y decir pégame, yo cambié perro, no peleo más…” o “los chicos me reconocen como el rapero y me piden que haga lo que me gusta y ves un entusiasmo en ellos que te incita a seguir”, no paraban de repetirse en mi mente.

Era hora de la última pregunta: ¿El Rap cambió tu vida? Y con unos ojos tan brillantes, tan luminosos como puede verse el nombre “Porta” pintado con aerosol en la pared de su cuarto, me dijo “sí, chabón…en todo sentido… Cambió mi vida, mi mente”, comentó, haciéndome observar detalladamente todas las inscripciones en aquellas cuatro paredes. “El Rap me enseñó el respeto y en el barrio me respetan… lo mejor de todo fue conseguir el respeto sin robar ningún banco ni matar a nadie, aunque parezco un delincuente por venir de donde vengo, de ahí el nombre “Criminal”, deslizó mirándome fijamente a los ojos. “Las drogas, las armas están relacionadas con el barrio, el Rap también… y el Rap es la salida”, dijo antes de finalizar la charla y era aquello que vine a buscar. “Antes salía a las 7 de la tarde de mi casa y volvía a las 6 de la mañana y ahora salgo a las 7 de la tarde y vuelvo a las 11, pero en vez de estar callejeando estoy en el estudio grabando mis temas”.

Desoí las advertencias de mi papá sobre las calles que debía tomar para volver a mi casa, porque Rodrigo, “Porta”, me acompañó hasta la calle Evita y me dijo qué camino debía tomar para salir de sus dominios. Era tanta la confianza que le hice más caso a él que a mi viejo que también conoce la zona. De salida nos topamos con unos chicos del barrio que reconocieron al “rapero de Tiro”, le pidieron que improvise y él, encantado, les concedió el deseo, sacando unas sonrisas y unas caras de asombro en el atento público.

Envalentonado por el auditorio busqué mi momento de fama en el barrio y quise mostrar mis dotes “hiphoperas”. Después de una penosa improvisación frente a “Criminal” y a los niños que estaban atentamente escuchando emprendí el viaje de vuelta y salí del barrio, porque nunca fui de ahí, pero estoy seguro de que “Porta” también pudo y puede salir de él, por más que nunca se haya ido.

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