Postales de familia

Por Daniel Morano

La noche del domingo se tiñe de una cierta atmósfera de nostalgia. El cuerpo, la mente y el alma reclaman su espacio de duelo, mientras el corazón termina de poner en su interior los rescoldos de una semana provista de encuentros y desencuentros. La familia despide uno a uno a los comensales que, domingo tras domingo, comparten la mesa, las anécdotas y los chismes los que envuelven. La noche, ahora, presenta su imagen más habitual: una casa vacía con aroma a familia y un corazón que, en mosaicos, desentraña la vida.

La “casa de Piamonte”, ubicada en el barrio Islas Malvinas de Neuquén, abrió sus puertas por algunas horas, el domingo pasado, a una muestra fotográfica sobre la familia. Los Piamonte, una tradicional prole oriunda de Italia, reveló en imágenes sus más profundos recuerdos y anécdotas sobre el itinerario que durante dos generaciones, sus miembros, realizaron para asentarse finalmente en Neuquén.

La muestra desempolvó la cotidianeidad de una familia de principio de S. XX que, en búsqueda de “hacerse la América”, fue descubriendo su condición de errantes y escudriñadores de la vida.

Las fotografías presentaron como protagonista a un grupo familiar constituido por seis personas. José Piamonte, Catalina Ambrossio y sus cuatro hijos. Los retratos relataron por sí solos la historia pretendida: los paisajes, las condiciones de vida, los amigos de la familia, los medios de transporte, las cartas y los objetos de uso personal permitieron acceder a una fuente nostálgica en clave de postal familiar, y en consecuencia, a sentirse, al menos por unos cuántos minutos, parte del itinerario que emprendieron.

Todos los mosaicos, objetos y fotos propiciaron un diálogo entre los artistas, nietos del matrimonio, y el público presente. He aquí que, muchas veces por la similitud de esta historia con la de las familias del público, la exposición se amplió dando lugar a una inter-historicidad, historias concatenadas con otras historias, posibilitando construir así una historia más grande.

El domingo por la noche se volvió, una vez más, el nostálgico lugar donde uno a uno los integrantes fueron abandonando la casa, para así convertirse prontamente en la habitual escena nocturna, de una casa vacía, con aroma a familia y desentrañada de vida.

Compartir

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.