Trashedy: una locura no tan descabellada

Por Sofía Tarifeño

En esta oportunidad fui a ver Trashedy. Una tragicomedia ambientalista. Una gigantografia me recibió. La obra había sido presentada en un montón de lugares del mundo y el director Leandro Kess decidió venir Neuquén, su lugar de origen, a montarla y renovarla.

El Teatro Ámbito Histrión, en Chubut 640 de Neuquén capital es muy peculiar. Tiene un hall donde se encuentra el bar y la boletería, también están los afiches de las obras en cartelera. Su color rojo, intencionado, hace alusión a lo histriónico. La música te invade cuando ingresás, siempre hay algo distinto. En todas las ocasiones muy bien seleccionado

La gente comienza a entrar, en 30 minutos empieza la función, la tensión se siente. El murmullo de sesenta voces es bastante agotador. Estamos amontonados en la entrada de la sala con una pinta. Una exposición de cuadros ilumina el pasillo hasta la puerta de entrada a la sala.

Ya en Sala, me recibió una pantalla. En realidad, hojas de dibujo unidas unas con otras, donde se proyectaba un video, principio de la obra. Se escuchaban sonidos de animales en armonía. Se proyectaban dos manos que hacían formas, golpeban la mesa, dibujaban, juegaban con papel.

De pronto se bajaron las luces del público. El video siguió y el sonido se percibió más fuerte. Fue entonces cuando entraron los actores, vestidos de color rojo y blanco, haciendo movimientos que aludían al sonido de los animales que se oían: una serpiente, un pez, un mono. Todo a partir de acá fue una locura. Gritos, movimientos alborotados, destreza, acciones que no te esperabas como espectador, interacción constante con el público también con la pantalla.

Lo proyectado representaba la vida de todos los humanos, la necesidad de consumo que nos hace arrogantes y ambiciosos y la conciencia que busca entablar una buena relación con el medio pero siempre el sistema la come. Mostraba la miseria, la “careteada”, cómo podemos ser nuestro propio enemigo y que probablemente si no abrimos los ojos las cosas no van a cambiar a nuestro alrededor.

Las luces jugaban de una manera específica, generando ambientes distintos para los planteos que los actores proponían. Azules, ámbares, blancas. La escenografía, tal vez era solo una pantalla, pero no; de la pantalla surgían una zapatilla del público, un celular de una chica o chico y de repente una valija con textos que mostraban de qué se trataba ser un humano, unas remeras que decían “Salve al mundo”, una consigna bastante contundente. Apareció una manzana que el público debía comer

Llegó el final. Unos se descostillaban de risa. Otros, un poco serios porque no les había parecido tan gracioso encontrarse con la realidad en una sala de teatro.

Paula Boselli, actriz y Francisco Ruiz, director y actor, se sentaron frente al público y miraban a los ojos, danzaban. Esta vez sin chiste encima, era hora de dejar claro el mensaje. Bajar a la realidad. Solidarizarse con el o la otra. Que no te coma el sistema. No te dejes engañar. Tenemos un solo mundo. ¿Una manera dulce de reflexionar sobre los hábitos impuestos por la sociedad de consumo y el individualismo?

Y por si te quedaron ganas en este Noviembre 2017 van a estar todos los viernes a las 21.30 en el Histrión.

Yo que vos, abro los ojos y me vuelvo un poco locx.

Compartir

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.