Operación Soberanía

Por Cristian Villarreal

En 1978, cuando la crisis bilateral de los gobiernos de facto de Argentina y Chile era casi insostenible, Cantalicia Ñancupe y Gilberto Ñancupe (originalmente llamados Cantalicia Hian-kupe y Gilberto Purrán registrados mal por equivocación, pero esa es otra historia) despedían al mayor de sus hijos para ir a servir a los intereses de la Patria y de Videla. Recuerdan que luego de “guardar” a sus diez hijos de la dictadura de Juan Onganía, una vez más debían sufrir y ver partir al mayor de ellos a lo que se denominó “el conflicto del Beagle”. El conflicto por el canal fue una disputa que había comenzado en el siglo XIX pero que en 1977, a partir del Laudo Arbitral, las dos repúblicas estaban listas para enfrentarse con sus ejércitos militares.

Ernesto Ñancupe cuenta que ese diciembre hacía mucho frío en Tierra del Fuego, lo habían mandado a los límites de la Argentina con varios compañeros más, no tenían mucha ropa para pasar las bajas temperaturas, el calzado era lo peor, y cada uno tenía mucho miedo porque sabía que pasando los limites estaban los chilenos preparados para disparar. La Operación soberanía estaba lista. “Pasé la navidad más fea, extrañando a la familia, rogando que se solucionara el conflicto”, también se acuerda de que al no tener las condiciones necesarias para atacar o defenderse, les habían prohibido andar solos y volver al fuerte.

El 8 de enero de 1979, la paz volvía a los corazones, tanto de argentinos como de chilenos, mientras que en Montevideo se firmaba el acta que aceptaba la mediación de la santa sede comandada por el Papa de ese entonces, Juan Pablo II.

Ernesto estuvo solamente unas semanas junto a sus compañeros en los límites de la guerra y la paz, pero no olvidará cuánto sufrió y cuánto padecieron muchos compañeros y familiares a raíz de la dictadura militar y ese episodio de la historia.

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