Por Gabriel Jara
En la mañana, mientras los soldados se preparan, toma un montón de pastillas, escribe una canción y espera la muerte.
En la tarde, mientras todos descansan, agarra su botella de whisky, se asoma al balcón y se tira desde el noveno piso.
En la noche, mientras todos desaparecen, fuma un cigarrillo, improvisa con su piano y le canta a los dinosaurios.