Y un día se fue

Por Julián Henríquez Aren

Sabía que tras la pelea algo iba a aparecer, algo me iba a refrescar los recuerdos, los recuerdos de familia. Solo en el galponcito familiar mi memoria hizo presente esos instantes, esos que con un solo flash nos hacen llorar y reír. Por lo menos a mí que soy fácil para las emociones.

Ese mediodía me había peleado como nunca antes con Paula, mi hermana, que era linda y resentida a la vez. Yo corría una suerte similar pero sin lo de lindo. Lo peor de todo es que aquella batalla había sido por la pavada sobre quién lavaba los platos. Todo fue empeorando y empezamos a sacar de nuestra ira lo que nos habíamos guardado por mucho tiempo, gritos, peleas, insultos, dolor, tristeza. Nuestra relación como hermanos era una bomba de tiempo, ambos estábamos a la espera del error del otro para salir desesperadamente a dejarlo en evidencia y a juzgarlo. Creo que sentíamos cierto placer al hacer eso. Era realmente insoportable el clima que vivíamos cotidianamente en casa. Pero esa pelea había superado todo.

─ Sos un inútil, nunca serviste para nada y tampoco creo que sirvas para algo en el futuro─ me dijo Paula completamente roja.

─ Me tenés harto, todo el tiempo estás esperando que me mande una cagada. ¿Cómo podés ser tan mala leche? ─solté rápidamente ─ . Sos una loca de mierda, solo a eso puedo llegar.

─ Ahhh bueno, lo que me faltaba, puto el día que me tocaste como hermano─ disparó mi hermana ─ ¡Andate!, mocoso de mierda, ¡andate de una puta vez!

A todo esto mi mamá intermediaba a los gritos, desesperada por un poco de tregua entre nosotros. No era fácil y no lo fue. Nada le dolía más que nuestras peleas, sus años le enseñaban que las peleas no ayudaban. Tras el griterío y los revoleos, cada uno se fue para su habitación y pegamos un sordo portazo simultáneo. Pasó una hora, dos horas, tres horas y nada se escuchaba, pero de golpe entró mi mamá a la pieza.

─ Si algo de respeto tenés todavía hacia mí, andá a ordenar el galpón que es una mugre.

─ Hoy me tocan todas parece.

Y allá fui, Paula mientras tanto ni se asomaba por la casa. Fui al patio y por la veredita del fondo ya veía el quilombo del galponcito. Aunque todavía estaba en un estado de impotencia por todo lo que había pasado, ya casi lo tenía impecable a aquel juntadero de cosas viejas. Pero en ese momento, cuando creía que mi titánica tarea estaba terminando, apareció una caja vieja, vieja, muy vieja, que tenía juguetes, fotos, pelotas y ropa, mía y de la loca, mi hermana. No me esperaba encontrarlos ahí, hacía casi diez años que no veía aquellas cosas por lo que había pensado que la vieja los había tirado como hizo con tantas otras. Pero no. Ahí estaban. Lo primero que saqué fue la pelota de básquet Wilson roja autografiada, nada más y nada menos que por Luis Scola, con especial dedicación para Paula y para mí. Nos recordé a ambos desesperados gritándole a aquel monstruo por un segundo de atención en el Orfeo de Córdoba. Un blando sentimiento me caminaba por las entrañas.

Seguí escarbando aquella caja gastada, había una foto de mis viejos, cuando todavía estaban juntos, mi hermana, la abuela y yo con el Hotel Llao Llao de fondo. Un clásico familiar. Otra vez, esa cosa rara. Seguí. Debajo de autitos rotos y postales de Necochea, lo ví, era el álbum de figuritas del mundial 2006 que tanto pero tanto nos había costado completar con Paula. Recuerdo que buscábamos plata no solo con los viejos, sino en cada rincón de la casa con la idea de encontrar alguna moneda. Nunca habíamos estados tan unidos, tan comprometidos con algo. Había sido un milagro, pero en el fondo, muy en el fondo, sabíamos que ese álbum era algo más para los dos. Por algo nunca lo habíamos tirado. O eso pensé siempre. Sin darme cuenta una diminuta lágrima surcó mi cachete izquierdo, ya que me dí cuenta que había cosas que no iban a volver, relaciones, personas, mi hermana, recuerdos de familia. Cuando finalmente acomodé la caja y cerré el ya ordenado galpón, con el álbum bajo mi brazo, apareció mamá algo agitada. La constante amenaza de Paula fue verdad.

─ Paula se fue de la casa con el novio y con todas sus cosas, no lo puedo creer, se fue tu hermana, tu hermana.

En ese instante, la ceremonia de las lágrimas y de los recuerdos se perdió en el aire.

Compartir

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.