Nadie sospecharía de él

Por Martina Witte

El frío llegaba hasta los huesos. En la oscuridad de la noche reinaba el silencio. Aquel silencio que, de tan callado, tiene su propio ruido y que siempre está presente cuando nieva. Los copos, grandes y blancos, caían siguiendo un ritmo musical. Con cierta velocidad se amontonaban sobre el suelo, sobre los árboles. Casi no circulaban autos, era extraño ver la ruta chica tan tranquila. Las luces apenas alumbraban, haciéndose paso entre el negro y blanco, que invadían el cielo y se reflejaban en el imponente Nahuel.

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