Historia, marxismo y guerra:
El conflicto entre Argentina y Chile por el Canal de Beagle en la voz de Juan Mercado

Por Emanuel Giménez

Cuando leí por primera vez sobre la casi guerra entre los dos países hermanos de la gesta independentista sanmartiniana, Argentina y Chile, no había tomado dimensión de tal realidad. Un problema sobre la delimitación de la región sur que venía siendo arrastrado desde el Tratado de límites firmado en 1811: la soberanía de las islas Picton, Nueva y Lenox entre el Canal de Beagle y el Cabo de Hornos, un paso marítimo que conecta los Océanos Pacifico y Atlántico y que bañan las heladas costas de Ushuaia, (Tierra del Fuego, Argentina) en el extremo continental causó el litigio. Si bien fue uno de los actos más nefastos cometidos por las dictaduras militares de ambos lados de los Andes, mi interés histórico sobre aquellos años no pasaba por este episodio, no recordaba que se hubiera hablado mucho tampoco en mi familia y entorno social y educativo. La falta de conocimiento sobre cuestiones del pasado sin duda oscurece la conciencia.

En Argentina todo comenzó con el golpe cívico militar del 1976, a Juan Mercado, peluquero y bombero voluntario ese hecho lo atravesó desde una situación personal muy crítica. En tiempos donde el amor salvaba sueños rotos y con tan solo 20 años se embarcó en la experiencia de formar un hogar junto a su pareja. Viajó desde San Rafael, Mendoza a Rio Negro, General Roca, en el ’67 y emprendió una nueva vida. Proveniente de un hogar muy humilde, se forjó en los valores humanos de la solidaridad y el bien colectivo, “mi vieja de alguna forma me marcó el camino, me dio muchos valores”. El peronismo le llegó de joven, siendo militante de la Juventud Peronista, algo relativamente común en aquellos años marcados por grandes luchas sociales y fuerte organización política de la juventud y la clase obrera, donde el movimiento político peronista tenía una fuerte inserción, “yo estuve en el regreso de Perón, en Ezeiza. Más allá de los resultados, fue una experiencia hermosa que te va marcando y debido a cuestiones internas del peronismo, nos tildaban de marxistas. Es entonces cuando yo me intereso por el marxismo, creí que no lo era, y sí, lo era, soy marxista. Hice propias las ideas de un mundo más justo que siempre anidan en la clase obrera, y como yo vengo de la clase obrera, me vincule al marxismo, al Partido Comunista (PC) y me afilié a él en el año 1978”.

En vísperas de la Navidad de 1978, precisamente el 22 de diciembre, Argentina y Chile se medirían, pero no en instancias deportivas. En suelo argentino el mundial de fútbol era el evento más importante del año, quedó en manos de la selección dirigida por Mennoti en una gran victoria a “la máquina naranja” de Holanda, no obstante, en la fiesta nacional flameaban banderas teñidas de sangre. Esta vez uniría a ambas naciones, no solo estar gobernada por dictaduras que se llevaron miles de vidas en crímenes de lesa humanidad, tampoco su función económica al servicio de las grandes corporaciones trasnacionales, ni ser el eslabón Conosur del Plan Cóndor orquestado por EE.UU para mantenerse en el mapa geopolítico internacional, sino, que ambos regímenes estaban a punto de confrontarnos militarmente por un espacio geográfico que estaba en disputa desde el siglo XIX, “Nosotros mediante la prensa del PC teníamos informes y teníamos claro que estos conflictos solo buscan dividir a los pueblos mientras que son empujados por intereses económicos, los que se confrontan ni siquiera son los jefes militares, son los soldados que vienen de la clase trabajadora, crean odio en los pueblos, ellos crean y arman las guerras para beneficio de poderes económicos. Eso lo teníamos claro, al menos como marxistas empujábamos para la paz, junto a movimientos que se fueron creando para que no hubiera una situación bélica”.

A mediados de diciembre los desplazamientos de tropas estaban en avanzada, el V Cuerpo a cargo del general José Vaquero tenía la misión de la ofensiva, en tanto, del lado chileno, Carlos Suárez Mason, al mando del I Cuerpo había enviado al sur a la fuerte Brigada de Caballería Blindada I y a la Brigada de Infantería X. La batalla parecía inevitable. “Veíamos pasar el tren con toda la maquinaria de los militares, veíamos soldados. Se fue creando un ambiente bélico, yo trabajaba en Bomberos y nos hacían hacer simulacros de oscurecimiento y atención a gran escala. Entonces todo te va afectando, además los militares levantaban a la gente chilena y la trasladaban a Chile. Había una persecución, se fue creando una xenofobia armada por el gobierno militar de derecha y los medios de comunicación que jugaban el rol de armar la xenofobia para luego justificar los hechos bélicos”.

El ojo del huracán estaba en su más alterado silencio luego de que en 1977 el Reino Unido fallara a favor de Chile y le otorgara más territorio de las islas en disputa (en 1970 los países habían acordado que fuera el país europeo, a través de un tribunal arbitral compuesto por peritos internacionales nombrados por Chile y Argentina quien diera la definición sobre la soberanía). Tal fallo enfureció a la Junta Militar argentina, lo rechazó contundentemente, lo declaró nulo y fue definiendo un plan de ocupación militar. Juan Mercado en su concurrida peluquería del barrio Los Olmos recuerda: “en cuanto a lo personal afecto muchísimo a esta zona, yo te puedo decir que casi el 60 – 70 % del Alto Valle está vinculado de una forma u otra o tiene lazos de sangre con la comunidad chilena. Yo estoy casado con una ciudadana chilena, toda su familia es chilena”.

A tan solo tres días la Navidad, ícono del catolicismo y de los festejos populares occidentales, el 22 de diciembre de 1978 llegó a Buenos Aires y Santiago de Chile el ofrecimiento de mediación de El Vaticano, los dos países católicos tuvieron en el entonces papa Juan Pablo II, quien iniciaba su papado, la única solución para evitar una salida militar al conflicto que llevaba un año de acrecentamiento. Todo ese día transcurrió en un tenso intercambio diplomático y negociaciones que llevaron, “gracias a dios”, a que el 23 de diciembre, se anunciara oficialmente que el enviado papal, el cardenal Antonio Samoré sería el encargado de sentarse junto a Augusto Pinochet y Jorge Rafael Videla para frenar la inminente guerra. El mensaje papal -entre líneas- les marcó a los gobiernos que la división sólo fomentaría la “subversión”, “el enemigo interno” que debían combatir ambas fuerzas solidariamente, “el Papa planteó que no nos invadiera el enemigo marxista, que para él era el enemigo de los pueblos. Más allá de eso, teniendo en claro la cuestión ideológica, el hecho que hubiera paz había que festejarlo, tampoco podíamos ser tan necios y absolutistas. Teníamos que reconocer que esa participación también evitó una guerra, y para los pueblos que amamos la libertad, queremos construir un mundo mejor en paz”.

Si bien la perversión armamentística no se cumplió, muchos militares de la Junta quedaron descontentos por todo el esfuerzo logístico del movimiento de fuerzas militares a la frontera. Finalmente el 8 de enero de 1979 se firmó en Montevideo, Uruguay, las condiciones por las cuales se evitó la guerra. Sin embargo las tensiones siguieron latentes y el sentido bélico intacto. Cuatro años más tarde, en 1982, ese resentimiento, creador de la violencia humana, que impulsaron los jefes militares, transmutó y paso a formar parte de la ocupación de las Islas Malvinas y la guerra con la Corona Británica. La desidia, la mentira y muerte fueron las protagonistas, y las victimas, todo un pueblo amordazado.

Sólo con el regreso a la democracia en 1983, las trincheras argentinas en el Canal de Beagle quedaron vacías. Pero en Chile la realidad seguía siendo muy dura para los opositores de Pinochet y los trabajadores en su conjunto, “apenas se da el golpe militar en Chile es inmediata la persecución a trabajadores. Por la conexión que teníamos como partido y tratábamos de darle hospedaje y contención a compañeros perseguidos, tanto del PC chileno, como de otros movimientos como la Democracia Cristiana que eran perseguidos. El PC jugó un rol muy importante en esa época”.

Fronteras a punto colapsar, cañones apuntándose, el miedo de la población argentina y chilena y la agenda de los militares para imponer las hostilidades, son fragmentos de un tiempo convulsionado en América Latina. Pensamientos y vivencias como los de Juan Mercado dicen que “somos sociedades marcadas por el capitalismo, que plantea la división de clases. La unidad es de los pueblos, los trabajadores no tenemos patria, las fronteras fueron inventadas por el hombre y principalmente por el capitalismo”. Es así como la conciencia se clarifica, al menos un poco.