Negro siniestro

Por Helio Chosco

Una noche de sábado me sorprendió en casa, leía un libro “Cien años de soledad”. Estaba tan metido en la lectura que me dieron las dos de la mañana.

Tuve la necesidad de salir a tomar un poco de aire, un gran patio, había muchos árboles; la oscuridad me dio miedo ese día, así que no dudé en mantenerme cerca de un sauce viejo con las raíces hacia afuera que había cerca de mi puerta.

De pronto un sonido movió las ramas del árbol, me alerté; vi que las ramas se movían violentamente, como si algo lo hiciera con fuerza. Pensé que era alguien espiando mi casa. Sin dudarlo tomé un palo y me armé de valor.

El valor se me acabó cuando noté un pájaro de tamaño de una persona. El horror me pegó en el rostro al ver de cerca la cabeza de aquel animal. No era común. Tenía el cuello corto ­lleno de verrugas sobre el cual cargaba una cabeza calva; tenía algo parecido a un rostro humano deforme y horrible, sus ojos emitían un color amarillento.

Era un monstruo horrible, me dio miedo de muerte y quedé petrificado.

Él parecía postrado. Me vigilaba con esos ojos amarillos.

Un fuerte ruido. El monstruo voló ante mí, y con sus garras me perforó los ojos hasta arrancármelos por completo.

Todavía recuerdo cómo fue dejar de ver. Todo se volvió negro para siempre.

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